lunes, 13 de agosto de 2007

En Nara

Ayer domingo, aprovechando que los valencianos se fueron a Tokyo a frikear y que en Japón el lunes, martes y miércoles es festivo, nos fuimos los cuatro a Nara.
Salimos pronto del piso, llegamos a la estación de Okazaki y, enseñando el pase del Japan Rail Pass pasas sin comprar ni pagar nada. Es una gozada te sientes como un VIP. Con él puedes subir a toda la línea JR de Japón. En Nagoya cogimos por primera vez el "shinkansen" que nos llevaría a Tokyo. A la hora de cogerlo había muchísimos shinkansen, uno cada 10 minutos para cualquier lado. Nos subimos a uno que era el más "lento" (ojalá los trenes de España fueran a esa velocidad), que lento no me pareció nada de nada. La diferencia con el rápido (el nozomi, que no lo podemos coger porque no lo cubre nuestro bono) es que tiene dos paradas intermedias antes de llegar a Kyoto. Ya en Kyoto pillamos otro tren que nos llevaba a Nara, y todo era como muy de anime y manga: las típicas estaciones antiguas, los pasos a nivel, el sonido de las barreras, las luces, la gente... Todo está bien reflejado en los mangas...

Ya en Nara fuimos al parque, que es gigante: contiene muchísimos templos, y lo mejor de todo y con lo que te quedas son los ciervos. Hay cientos de ciervos sueltos por todo el parque. Se les puede acariciar, darles comida y en estas fechas del año son muy pacíficos (supongo que en temporadas de celo la cosa cambia un poco). Aparte los ciervos están como amaestrados para que cuando le vas a dar una galleta de las que te venden te hagan una reverencia antes de comérsela. Y si tienes comida y un par de ciervos a tu alrededor, van sobre ti y te quitan la comida de las manos, son como las palomas en los parques de España, solo que las palomas no son monas.


Aparte de los ciervos, visitamos el museo nacional de Nara, vimos muchos templos budistas y shindoístas, muchas tiendas de recuerdo y maquinas de refrescos en medio de la montaña (contrastaba mucho verte una maquina de refrescos por la montaña). Había mucha gente, pero si te salías de los caminos importantes estabas prácticamente en soledad y se paseaba muy a gusto. Vimos el edificio de madera más grande del mundo, de 500 años de antigüedad desde la última reconstrucción, reconstruido varias veces por incendios.
El museo estaba compuesto por dos edificios, uno de estilo europeo antiguo y otro estilo japonés moderno. Prácticamente el museo se componía de manuscritos antiguos y muchos utensilios y estatuas de cobre. Bueno, pues a lo que iba: a la salida del museo nos encontramos con una actuación de tambores protagonizada por impúberes. La Mai al verlos se aisló del mundo que le rodeaba para concentrarse en ellos.






Nos recorrimos todo el parque y pusimos rumbo estación de tren y por el camino veíamos que la gente ponía velas en los jardines. Llegamos a un lago pequeñito en medio de la ciudad, al lado de un templo, y un hombre del staff del evento nos abordó diciéndonos "Hola, hola". Nos chocó bastante que un japonés nos hablara en español. Nos contó que estuvo en Barcelona, Valencia y Málaga, y chapurreaba el castellano. El hombre era muy simpático; hasta se ofreció a buscarnos alojamiento para que viéramos el evento de esa noche.
Y poco más, lo único remarcable del final del día fue cuando fuimos al conbini que estaba al lado de la estación de Nara y vimos una pelea (sólo verbal, pero daba igual). Molaba un huevo. Cómo hablan cunado se pelean, a lo macarra, remarcando las erres. Todos los del conbini nos asomamos, hasta las trabajadoras del mismo. Al final vino la policía, tres agentes, y no hicieron nada, dos se dedicaban a encender velas y una agente a mirar mientras discutían. La mujer del hombre lo metió a la fuerza al coche de una patada y se fueron.
Y ya acabó el día, dos horicas de trenes de vuelta y a hacer los marmotas en el futón.

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